sábado, abril 30, 2011

I'M STILL ALIVE

Queridos bloggeros do meu coraçao,
he tenido que desaparecer de estos lares por falta de tiempo......tic, tac, tic, tac....me gusta visitar a todos/as y devolver los comentarios.....y por ahorita me es imposible....intentaré hacerlo de a poquito, porqué igual se echa de menos....también colgaré en unos días más otro capítulo de Mario, por si alguien seguía su historia....un abrazo grande y disculpas por la desaparición repentina....muuuuuuuucho trabajo, es lo que tiene...besos,

SIONA

viernes, abril 01, 2011

LATIDOS. Sobre el discurrir de Mario Navas...

Tiempo de espera. Ahora sé más cosas, lo cual es mucho más angustiante. Ahora sé que no soy invulnerable al contacto con Nora, que una simple pronunciación de su nombre en labios de otros produce un efecto instantáneo en mi persona, una mezcla de placer y susto. ¿Cuándo volveré a verla? ¿Será demasiado evidente lo que siento? 

Me muero de vergüenza. Haría todo lo posible por tirar marcha atrás y cerrar la maldita puerta que se abrió sin darme cuenta. ¿Cuándo fue? Creo que el día que me mandó al carajo por ese comentario mordaz. Intrascendente. Siempre nos habíamos hablado de esa manera. O mejor dicho, siempre me había dirigido a ella de ese modo. Pero ese día ocurrió algo impredecible, Nora reaccionó de forma inesperada. Ni me daba cuenta de que buscaba herirla de algún modo. Y lo conseguí. 

Me sorprendió afectar tanto, tan profundamente a alguien. Me miró, breves momentos(¡cuantas cosas me dijo con esa mirada!). Temblando, me lanzó un “¡vete  a la mierda!” y se dio vuelta. Partió andando deprisa, huyendo, perdiéndose en breves instantes en medio de la muchedumbre. ¿Me amaba? Me quedé estupefacto. Se hizo un silencio, largo, de piedra. Me impresionó sobremanera, ese instante, esa imagen. Fue como si por primera vez alguien me hubiera permitido ver realmente lo qué es una persona, en todo su esplendor. ¡Impresionante! La vi, se mostró, herida y llena de belleza. Mi soberbia ridícula quedó así inmortalizada, obscena, brutal, esperpéntica, para  que pueda hoy torturarme con ese recuerdo, una y mil veces. Entonces, no quise ver. ¡Me creía la muerte! Me vendí la moto de que era una exagerada histérica y corrí un tupido velo sobre mi conciencia. Tenía rubios motivos de sobra, Silvia Castillo, piernas de vértigo.

He lloriqueado mucho a lo largo de mi vida, en espaldas ajenas, por mi incapacidad de sentir. ¡Pobres amantes del pasado! Ahora siento con tanta intensidad que me duele la carne, el corazón, la mente...¡Es terrible! Ahora haría lo que fuera por volver a mi inconsciencia emocional de siempre.

        ¿Mario? ¡Es un caso! Con las mujeres, un desastre. 

La misma mala fama me protegía de darme. Pero ahora, no puedo elegir. Si veo a Nora se me quedará cara de besugo consternado y no lo soportaré. ¿Qué puede protegerle a uno de sus propios sentimientos? ¿La distancia? ¿El tiempo? Estoy dispuesto a probarlo todo.

Lo más torturante, la locura del mundo de los sueños, de las especulaciones...sin darme cuenta, mi mente se va, una y otra vez a su lado, a besarla, a tocarla, a olerla, a suspirar con mi aliento pegado a su rostro, y me siento frágil, desnudo. Y Ella puede verlo, nadie más, sólo ella. ¡No puedo soportarlo! Me siento niño chico, vulnerable, ridículo, sin la presencia protectora de lo que creía ser yo hasta este momento. Me veo embelesado, observando por horas su rostro dormido a mi lado, sus ojos cerrados, los párpados...Puedo observar los más pequeños detalles, muy de cerca, a través del tiempo, del espacio. Ando sonámbulo por mi vida, caótico y expuesto a las inclemencias de las relaciones humanas. Todo me afecta sobremanera. 

Los detalles que pasaron desapercibidos en nuestros amigables contactos de pasado, sus sonrisas, sus gestos, ese abrazo,...retornan a mi memoria y adquieren dimensiones gigantescas. Ahora comprendo a Quijote frente a los molinos. No hay manera de luchar contra lo intangible, contra algo que se siente de adentro pero que carece de realidad. A pesar de basarse en otra persona, ella no es culpable de lo que yo siento. No hay culpables. Es un fruto que maduró en el árbol sin darnos cuenta, y un día se cayó. ¡Zas! 

Y aquí está, frente a nuestras narices. ¡Ahora toca saber qué coño hacer con él!